viernes, 15 de febrero de 2019

Ruta de las ermitas: Santa Lucía

Por la geografía española se dispersan, solitarias, aisladas y silenciosas, cientos de ermitas, cenobios y beatarios. Cáceres llegó a contar con una veintena de ermitas: un templo de reducidas dimensiones que casi siempre se ubicaban fuera de la ciudad, en parajes alejados de la población y atendidas por un "ermitaño". La soledad era el aire que respiraban estar ermitas. Estar solo. 

Ermita de Santa Lucia

Con el crecimiento de Cáceres, algunas terminaron por integrarse en el núcleo urbano y vieron como nuevos barrios periféricos las absorbían; otras muchas desaparecieron. Por ejemplo, la ermita de San Benito hoy forma parte del residencial Ceres Golf y la Ermita de Santa Ana está dentro del CIMOV. 

Pero hay dos que todavían conservan sus atribuyos de soledad, aislamiento y recogimiento: la ermita de Santa Olalla, de difícil acceso por encontrarse en una heredad privada, la Dehesa de la Aldehuela y la ermita de San Lucia, a la que dedicamos esta entrada.


Desconocida probablemente por una gran mayoría de los cacereños, Santa Lucía bien merece un paseo y reposar en su sombra. Se encuentra a los pies del Cerro de Romanos, sobre un montículo. Frente a ella, las minas abandonadas de fosfatos del Calerizo en Aldea Moret. Ninguna urbanización a la vista. No hay ruidos. No hay coches. Apenas algún paseante. Pocos. De vez en cuando, algún tren que recorre, lento, las cercanas vías del ferrocarril.


Tras atravesar un sendero con poca vegetación arbórea, un campo de pastos a ambos lados del camino dedicados a la dehesa ganadera en el pasado, nos sorprende a un paraje fresco, arbolado y florido. En primavera, Santa Lucía invita al descanso y a la relajación. Abundan las flores.

La ermita fue edificada entre el siglo XV y XVI. Los documentos del siglo XVII y XVIII nos informan que conoció una gran actividad devocional entonces. Ya en el siglo XIX, cuando los mineros se establezcan en Aldea Moret, Santa Lucía tendrá su propia romería minera.





Es un templo de una sola nave, con tejado a dos aguas. Impone su robusto ábside poligonal y los contrafuertes que sostienen el muro. Los sillares afirman la solidez del edificio y el ábside y los contrafuertes permiten elevar en su interior una bóveda ojival estrellada sobre ménsulas, que no podremos ver porque no está abierta. No importa. Adosado, un pequeño edificio donde estaban las celdas de los ermitaños.

Precede a la nave un pórtico de dos arcos de medio punto. Allí podéis ver los escudos nobiliarios de tres familias de la nobleza cacereña, de izquierda a derecha: Ovando, Mogollón y Pereros.

Santa Lucía, su entorno, sus vistas, sus sombras, sus piedras sobre todo, merecen los 40 minutos que podemos tardar entre la entrada del barrio de Aldea Moret y la llegada al montículo.



martes, 12 de febrero de 2019

Fuentes de Cáceres

Es un lugar común mencionar Cáceres como una ciudad sin río. Es una afirmación falsa.

La presencia de grupos humanos en Cáceres desde la prehistoria y el poblamiento ininterrumpido desde el neolítico hasta la actualidad no se podría explicar sin la presencia de abundantes recursos hídricos. Nuestra ciudad tiene agua. Y mucha.

Fuente Barba, discreta y bonita fuente en el Olivar Chico

Las cuevas de Maltravieso, El Conejar o Santa Ana - estaciones de ocupación desde el paleolítico  - se sitúan precisamente en uno de los marcos acuíferos más importantes: el Calerizo (al cual le dedicaremos varios "paseos" en este blog).

Las rocas calcáreas del calerizo, permeables al agua, permiten que se almacene en nuestro subsuelo hasta 3 hectómetros cúbicos de agua al año, formando un gran acuífero, cuyas aguas subterránea afloran en distintas vaguadas, una de ellas y la más importante, la "Charca del Marco"  que da inicio a la "La Ribera del Marco". Al final de este cauce, precisamente, se situó el campamento militar romano de "Castra Cecilia".

Junto a la Ribera, también hay riachuelos estacionales (en los meses lluviosos, hoy desaparecidos) o la Sierra de Aguas Vivas. Y junto a los importantísimos cauces de agua permanente que nacían en el Calerizo (la Ribera del Marco) y Aguas Vivas se establecieron abrevaderos, fuentes, lavaderos, molinos e industrias como la de los curtidores de cuero o la de los caleros. Cáceres nace y se sostiene gracias a estos ríos.

Aguas Vivas nace en la sierra de su nombre, cuyos materiales porosos acumulan igualmente gran cantidad de agua subterránea y en cuyos afloramientos se instalarán la "Fuente de Aguas Vivas", "Fuente de La Madrila", "Fuente Hinche" y "Fuente Barba".

La Ribera del Marco dará lugar a otras tres grandes fuentes: "Fuente Fría", "Fuente Concejo" y "Fuente Rocha o de los Curtidores".

Fuentes asociadas a la Sierra de Aguas Vivas:







1. Fuente de Aguas Vivas: la mejor conservada y una de las más bonitas. Era un lavadero público y conserva una lápida conmemorativa a Felipe V por su restauración en 1739.

2. Fuente de La Sierrilla o Paseo Alto. La más moderna y en uso; se realizó en 1927 en un estilo neomudejar.

3. Fuente de La Madrila. Servía para abastecerse y como lavadero. Como curiosidad, Tomás López en "Estremadura" (1798) le atribuía a sus aguas propiedades medicinales.

4. Fuente Hinche. Una de las más grandes y en muy mal estado. Llena de basura (incluyendo un sofá tirado), agua estancada y muchas pintadas. Tenía una triple función: lavadero, abrevadero para ganado y abastecimiento.

5. Fuente Barba: pequeña y con una estructura casi cúbica y abovedada.
La más lejana de la ciudad.

Fuentes asociadas a la Ribera del Marco:





1. Fuente Fría: todavía en uso, pues es habitual ver a hombres y mujeres mayores llenando allí sus garrafas, pero terriblemente conservada, con pintadas y suciedad.

2. Fuente Concejo: atestiguada ya en el siglo XV y la más importante para la ciudad. Los documentos rezan que en el siglo XVIII podía llenar 13.000 cántaros de agua en 24 horas.

3. Fuente Rocha o de los Curtidores: convertida en un adorno junto a una esquina, triste presente para esta bonita fuente restaurada a finales del siglo XIX.

lunes, 11 de febrero de 2019

LA CASA AL FINAL DE LA COLINA

La "Casa del crimen" en el Portanchito:

Se encuentra dominando el valle de Valdeflores, sobre una colina, al final de una empinada cuesta.



Un camino de tierra, serpenteante, flanqueado por encinas, jaras, escobas y piruétanos, nos conduce hasta una casa, hoy en ruinas. Se mantienen los muros, la puerta, tres ventanas y, en su interior, dos ventanitas y un bello arco que permite acceder a una explanada. 

Aquí se almacenaban las herramientas y explosivos que empleaban en su trabajo los mineros de San José de Valdeflores. En el valle de Valdeflores, en uso desde los inicios del siglo XX, la mina de San José era intensamente explotada mediante su sistema de pozos subterráneos para extraer, sobre todo, casiterita por su contenido en estaño, litio y ambligonita. Una mina rica y en pleno rendimiento, donde también era frecuente encontrar filones de lepidolita, caolín o apatitos. De lo que queda de la mina y de los minerales que aún pueden hallarse por el valle, hablaremos en otra ocasión.



Entre sus mineros se encontraba uno - dicen los viejos del lugar - particularmente hosco, y que desde hacia meses se internaba en lo más profundo y oscuro de la mina, hablando solo. O eso pensaban sus sorprendidos compañeros: que hablaba solo. 

Cuando se hallaba en estado de gran embriaguez afirmaba que tenia tratos con el monje, otros dicen que quien sabe si con el diablo, de la montaña. Y el monje, o el diablo, estaba muy molesto porque los hombres robaban las riquezas de la tierra y las sacaban a la luz sin pagar el tributo en sangre.

Y llegó un diciembre y tres mineros fueron enviados a la casa, al caer el sol, para llevar unas herramientas. Y el minero que hablaba con el monje en lo más profundo de la mina, fue tras ellos. 

Y sin que los tres trabajadores lo vieran venir, un hombre en estado de delirio se lanzó sobre ellos, pico en ristre, y salvajemente los asesinó. La casa quedó cubierta de sangre.

Cuando los otros mineros subieron, pues sus compañeros tardaban en bajar, se encontraron un terrible espectáculo: ocupando las dos ventanas y la puerta, tres cuerpos sin cabeza. Los tres mineros - decapitados - estaban allí.

Y aún pudieron descubrir en el interior de la casa las tres cabezas, formando una figura geométrica: un triángulo.

Y así se pagó el tributo de sangre al monje de la montaña. Pero del minero que hablaba con él, nada se supo. Pese a las batidas que se hicieron en el Portanchito y por toda la Sierra de la Mosca, nadie lo encontró. Ni vivo ni muerto.