Por la geografía española se dispersan, solitarias, aisladas y silenciosas, cientos de ermitas, cenobios y beatarios. Cáceres llegó a contar con una veintena de ermitas: un templo de reducidas dimensiones que casi siempre se ubicaban fuera de la ciudad, en parajes alejados de la población y atendidas por un "ermitaño". La soledad era el aire que respiraban estar ermitas. Estar solo.
Ermita de Santa Lucia
Con el crecimiento de Cáceres, algunas terminaron por integrarse en el núcleo urbano y vieron como nuevos barrios periféricos las absorbían; otras muchas desaparecieron. Por ejemplo, la ermita de San Benito hoy forma parte del residencial Ceres Golf y la Ermita de Santa Ana está dentro del CIMOV.
Pero hay dos que todavían conservan sus atribuyos de soledad, aislamiento y recogimiento: la ermita de Santa Olalla, de difícil acceso por encontrarse en una heredad privada, la Dehesa de la Aldehuela y la ermita de San Lucia, a la que dedicamos esta entrada.
Desconocida probablemente por una gran mayoría de los cacereños, Santa Lucía bien merece un paseo y reposar en su sombra. Se encuentra a los pies del Cerro de Romanos, sobre un montículo. Frente a ella, las minas abandonadas de fosfatos del Calerizo en Aldea Moret. Ninguna urbanización a la vista. No hay ruidos. No hay coches. Apenas algún paseante. Pocos. De vez en cuando, algún tren que recorre, lento, las cercanas vías del ferrocarril.
Tras atravesar un sendero con poca vegetación arbórea, un campo de pastos a ambos lados del camino dedicados a la dehesa ganadera en el pasado, nos sorprende a un paraje fresco, arbolado y florido. En primavera, Santa Lucía invita al descanso y a la relajación. Abundan las flores.
La ermita fue edificada entre el siglo XV y XVI. Los documentos del siglo XVII y XVIII nos informan que conoció una gran actividad devocional entonces. Ya en el siglo XIX, cuando los mineros se establezcan en Aldea Moret, Santa Lucía tendrá su propia romería minera.
Es un templo de una sola nave, con tejado a dos aguas. Impone su robusto ábside poligonal y los contrafuertes que sostienen el muro. Los sillares afirman la solidez del edificio y el ábside y los contrafuertes permiten elevar en su interior una bóveda ojival estrellada sobre ménsulas, que no podremos ver porque no está abierta. No importa. Adosado, un pequeño edificio donde estaban las celdas de los ermitaños.
Precede a la nave un pórtico de dos arcos de medio punto. Allí podéis ver los escudos nobiliarios de tres familias de la nobleza cacereña, de izquierda a derecha: Ovando, Mogollón y Pereros.
Santa Lucía, su entorno, sus vistas, sus sombras, sus piedras sobre todo, merecen los 40 minutos que podemos tardar entre la entrada del barrio de Aldea Moret y la llegada al montículo.
Desconocida probablemente por una gran mayoría de los cacereños, Santa Lucía bien merece un paseo y reposar en su sombra. Se encuentra a los pies del Cerro de Romanos, sobre un montículo. Frente a ella, las minas abandonadas de fosfatos del Calerizo en Aldea Moret. Ninguna urbanización a la vista. No hay ruidos. No hay coches. Apenas algún paseante. Pocos. De vez en cuando, algún tren que recorre, lento, las cercanas vías del ferrocarril.
Tras atravesar un sendero con poca vegetación arbórea, un campo de pastos a ambos lados del camino dedicados a la dehesa ganadera en el pasado, nos sorprende a un paraje fresco, arbolado y florido. En primavera, Santa Lucía invita al descanso y a la relajación. Abundan las flores.
La ermita fue edificada entre el siglo XV y XVI. Los documentos del siglo XVII y XVIII nos informan que conoció una gran actividad devocional entonces. Ya en el siglo XIX, cuando los mineros se establezcan en Aldea Moret, Santa Lucía tendrá su propia romería minera.
Es un templo de una sola nave, con tejado a dos aguas. Impone su robusto ábside poligonal y los contrafuertes que sostienen el muro. Los sillares afirman la solidez del edificio y el ábside y los contrafuertes permiten elevar en su interior una bóveda ojival estrellada sobre ménsulas, que no podremos ver porque no está abierta. No importa. Adosado, un pequeño edificio donde estaban las celdas de los ermitaños.
Precede a la nave un pórtico de dos arcos de medio punto. Allí podéis ver los escudos nobiliarios de tres familias de la nobleza cacereña, de izquierda a derecha: Ovando, Mogollón y Pereros.
Santa Lucía, su entorno, sus vistas, sus sombras, sus piedras sobre todo, merecen los 40 minutos que podemos tardar entre la entrada del barrio de Aldea Moret y la llegada al montículo.